Me encanta esta fotografía de Doisneau, hay muchas más, que también me gustan, pero con ésta, casi puedo sentir en el cuerpo el viento de las montañas nevadas, casi puedo ver el cielo azul, las nubes blancas... Casi hasta siento envidia de este músico, en medio de la montaña, en uno de los mejores parajes para dar rienda suelta a la creación, ensayar sin ruidos y sentir que la música danza entre el viento... Un viento apacible, supongo, porque no me imagino a este músico, instrumento en mano, correteando por la montaña tras las partituras díscolas... Porque mucho ha tenido que sufrir para llegar hasta ahí. Con silla y todo. En un ejercicio de porqués, me imaginé a este hombre, en un pequeño cuarto, lleno de niños, unos subiéndose a sus rodillas, otros tirándole de la camisa, y él intentando acertar con la posición de los dedos y las cuerdas... No desesperado, decidió abandonar el cuarto, coger instrumento, silla y partitura e irse a una placita tranquila, alejada de transeúntes. Al oído de la música, unos viejos amigos se sentaron a su lado y comenzaron a comentar lo interesante de las notas y la agilidad del músico. No pudiendo tocar con libertad, el hombre, decidió alejarse un poco más, hacia la montaña. Y allí fue subiendo riachuelos con cascada, laderas con pastores y ovejas y otros elementos hasta que llegó a la cima, depositó la partitura, la silla y el violonchelo y quedó tranquilo para crear...
2 comentarios:
Bonito descubrimiento para mi segundo día italiano. La foto es increíble como tu imaginación en seguir los pasos del musico...
Pues no me había dado cuenta, pero éste puede ser un genial paralelismo para un italiano en los Alpes... Lo cual me recuerda que tengo que ponerme las pilas...Ya tengo un lector!!
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