08 marzo 2011

El joven de la montaña

Hoy me he acordado del joven perdido en la montaña. Lo imagino con una taza de té bien grande, asomado a un pequeño balcón divagando sobre si es buen momento para plantar pimientos y patatas, si le dará una oportunidad a las cebollas, si es buena idea plantar calabacines... ¿dónde plantará los tomates? Porque lo que sí que desea es plantar tomates con sabor a tomate, a sol de verano, con sabor de verdad.


Hoy me he acordado de él porque llevo casi un mes sin escribir ni una sola linea. Pensaba en escribir unas líneas sobre el trabajo que me atañe, hacer una pequeña reflexión sobre la materia. Pero tengo ese síndrome del miedo a la página en blanco. Hoy he decidido poner una letra detrás de otra, a ver qué sale. Y pensado en la montaña, he pensado en el sol de primavera que a veces viene por marzo, un sol cálido, que no abrasa, como los que a mí me gustan, los que necesito para sentirme bien mientras deambulo por las calles de esta gran ciudad que sin Sol no sonríe y que hoy está escondido. Y pensando en esto, he recordado aquellas ensaladas cálidas que hace mi madre en verano, con tomates de sol, con sabor de verdad, y mucha sal. Y calor, y hamaca, y olor a hierba. Pero todavía quedan días para el verano. Hay que cultivar la tierra, elegir las semillas, cuidarlas, ver cómo crecen, trabajar por ellas. No hay prisa. Cada vez falta menos para la primavera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sumergido de metros de nieve, con la poca luz que queda de un día nublado que se refleja en una extensión de blanco sin fin, es un placer leer lineas que huelen a sol.