No estoy acostumbrada a ciertos juegos. Ya no. Eso sí, puedo notar la taquicardia cuando vuelven a proponer aquellas reglas que forman parte de mi pasado: 1 toque, asesino. 2 toques, policía. "Que no me toque a mi, que no me toque a mí". Reconozco que eso es lo que pienso cuando forman el círculo y alguien pasea por detrás de cada uno de nosotros buscando quién se encargará de los roles. "Que no me toque a mí. Que no me toque a mí". Y la verdad es que no sé porqué digo esto. Tal vez para no asumir la responsabilidad. Tengo la sensación de que siempre rumio esas palabras ante la expectativa del juego. Pero, irremediablemente, te toca. Sabes que va a ser así. Siempre te toca. Y cuando estás en ello, pues... te gusta.
Hoy, de hecho, me he cargado a 9. Sí, señor. 9 de 14. Soy una asesina cautelosa y recatada. La mosquita muerta que tiene más de viuda negra que de ostentosa cobra asesina de sangre. Me los he cargado a casi todos, cuidando muy mucho de sopesar quién era el policía que iba tras de mí. Escucha, cautela, sutileza. .. A decir verdad, casi prefería ser asesina que policía. Mola más guiñar el ojo, comprobar, decidir, atreverse, probar suerte... Pero reconozco que cuando proponen el juego "rezo" en silencio "que no me toque a mí, que no me toque a mí". Y regresando a casa, me he dado cuenta de que eso lo hago con más cosas... y lo hacía con más juegos. Como con el juego del pañuelo. Ese en el que dos equipos se enfrentan, cada jugador tiene un número y al decirlo, tienen que correr para conseguir el pañuelo y llevárselo a su terreno... Al principio creo que nunca ganaba. No duraba más de una jugada. Me pillaban al primer toque. Después fui más ágil, aprendí trucos y la balanza se equilibró. De hecho, a veces, hasta podía conseguir números... No sé porqué ese rumor en mi cabeza, ese nerviosismo del "que no me toque a mi, que no me toque a mí". En estos días, por cuestiones del destino, me está tocando todo el rato. Ya no sólo tener el rol de asesino, sino ya más en la vida cotidiana, de "expositora" y digo expositora de exponerse, de presentar, de mostrar, de ser vista, como persona que habla y que otros escuchan. "Me ha tocado a mí". A otros también les toca. Yo seguí en mi cabeza con el ronroneo de "que no me toque a mí, que no me toque a mí". Es difícil pararlo. Pero creo que lo estoy gestionando cada vez mejor. Porque siempre toca. De hecho, me lo estoy pasando bien. Porque estoy aprendiendo que lo importante es el juego. Juego a ser y eso me gusta. Porque sabiendo que juego, me permito más cosas, me permito probar, atreverme, saber que hoy puedo decir que sí, y mañana decir que no. Porque juego, simplemente... Y a veces pienso que con la edad, perdemos la costumbre.
Hoy, de hecho, me he cargado a 9. Sí, señor. 9 de 14. Soy una asesina cautelosa y recatada. La mosquita muerta que tiene más de viuda negra que de ostentosa cobra asesina de sangre. Me los he cargado a casi todos, cuidando muy mucho de sopesar quién era el policía que iba tras de mí. Escucha, cautela, sutileza. .. A decir verdad, casi prefería ser asesina que policía. Mola más guiñar el ojo, comprobar, decidir, atreverse, probar suerte... Pero reconozco que cuando proponen el juego "rezo" en silencio "que no me toque a mí, que no me toque a mí". Y regresando a casa, me he dado cuenta de que eso lo hago con más cosas... y lo hacía con más juegos. Como con el juego del pañuelo. Ese en el que dos equipos se enfrentan, cada jugador tiene un número y al decirlo, tienen que correr para conseguir el pañuelo y llevárselo a su terreno... Al principio creo que nunca ganaba. No duraba más de una jugada. Me pillaban al primer toque. Después fui más ágil, aprendí trucos y la balanza se equilibró. De hecho, a veces, hasta podía conseguir números... No sé porqué ese rumor en mi cabeza, ese nerviosismo del "que no me toque a mi, que no me toque a mí". En estos días, por cuestiones del destino, me está tocando todo el rato. Ya no sólo tener el rol de asesino, sino ya más en la vida cotidiana, de "expositora" y digo expositora de exponerse, de presentar, de mostrar, de ser vista, como persona que habla y que otros escuchan. "Me ha tocado a mí". A otros también les toca. Yo seguí en mi cabeza con el ronroneo de "que no me toque a mí, que no me toque a mí". Es difícil pararlo. Pero creo que lo estoy gestionando cada vez mejor. Porque siempre toca. De hecho, me lo estoy pasando bien. Porque estoy aprendiendo que lo importante es el juego. Juego a ser y eso me gusta. Porque sabiendo que juego, me permito más cosas, me permito probar, atreverme, saber que hoy puedo decir que sí, y mañana decir que no. Porque juego, simplemente... Y a veces pienso que con la edad, perdemos la costumbre.
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