En un momento en el que la escuela pública española se pone en entredicho, en el que se habla de la sanidad de co-pago, en el que la crisis azota nuestra esperanza y tenemos frente a nosotros un futuro económico incierto e inestable, llega "Katmandú, un espejo en el cielo" la última película de la directora Icíar Bollaín. El tema: una profesora catalana en el Nepal de los años 90. Lo de catalana es una anécdota, un dato extraído del personaje real en el que se inspira el personaje que interpreta Verónica Echegui, Vicki Subirana. La película está basada en su libro "Una maestra en Katmandú", donde la autora relata su decisión de emigrar a Nepal tras cambiar su destino: dejar de trabajar en una fábrica textil y convertirse en maestra. La película se centra en la estancia de la maestra en Katmandú como trabajadora de una escuela local en la que hay muchos niños y muy pocos profesores, y donde la educación, ya de por sí paupérrima, excluye a los más pobres y los convierte en repudiados por una cuestión de castas. Frente a esto, la maestra luchará para que los más pobres puedan cambiar su destino, pero se enfrentará a lo más profundo y oscuro de una cultura social muy estricta en la que la posibilidad de cambio es mínima.
La película nos muestra un paisaje, social y cultural, a través de un hilo conductor que nos hace de guía, la maestra, quien camina en la cuerda floja entre una sociedad que evoluciona a tiempos distintos y donde la ayuda de organizaciones para el desarrollo es esencial para mejorar la educación en el país y paliar desigualdades. Pero no dejo de pensar que la película como tal es una recopilación completa de lo que, afortunadamente (y digo afortunadamente, porque se han ido realizando esfuerzos a lo largo de los años que han conseguido ayudar y denunciar estas situaciones), ya sabemos. De tan correcta, parece que ya la he visto antes, siendo ésta una versión mejorada, como más pulcra, más "englobalizadora", más preciosista, de una situación social triste e injusta que debe ser denunciada. Por eso, ya no sé si es porque he visto más películas o documentales sobre el tema, si es porque me lo han contado antes, o porque tengo el recuerdo de "También la lluvia", que me emocionó más, y ésta me ha parecido tan correcta, tan "preparadita", un guión tan... "colocadito", que es una película que te gusta, pero no te provoca. Y es una pena, la verdad. Porque el trabajo de Verónica Echegui es fantástico, el de los actores nativos que hacen del marido de conveniencia (Norbu Tsering Gurung) y el de la ayudante de la profesora (Sumyata Battarai) es genial e Icíar Bollaín hace un muy buen trabajo de dirección en cada secuencia, así que no sé muy bien cuál es el motivo real que provoca ese halo "descafeinado" a la cinta...
Para terminar, recomiendo su visionado, en versión original más que por supuesto, porque no tiene sentido verla de otro modo: en la versión original se oye hablar en inglés, nepalí y castellano. Inglés como idioma neutral unificador, nepalí, porque se desarrolla en Nepal, y en castellano porque la protagonista procede de España y habla en castellano cuando su instinto no puede hablar en inglés. Y eso es lo natural, lo real, lo rico y cómo debería escucharse, por mucho que Verónica Echegui se doble a sí misma o que hayan pillado una actriz de doblaje con el mismo tono y acento que Sumyata. En pelis como esta, al menos el 50% de las copias deberían ofrecerse en versión original.
No hay educación sin pan. No hay pan sin dinero. No hay dinero sin trabajo.
1 comentario:
leyendo este blog he pensado en ti.
http://www.pauvalls.blogspot.com/
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