Me pregunto si el hombre de la montaña sigue vivo, si tuvo un fuerte catarro en invierno, si le llegó la nieve hasta las rodillas o la lluvia le empapó por completo.
Puedo intuirlo, a lo alto, rodeado de frondosos árboles perennes, con los pulmones abiertos, oliendo la primavera tardía agonizando el calor de un mayo extraño. Las macetas con romero, tisana, menta y albahaca. Botes de legumbres para la mesa en un estante de una casa a punto de abandonar. Puede que ya no esté allí. Que se cansara de estar en lo alto del monte. Que una mañana viera el Sol asomarse por el horizonte y sintiera la necesidad de correr. De andar. De seguir.
El hombre de la montaña busca. Tal vez busca sin el deseo de encontrar. Busca por el deseo de probar, de arriesgar, de conocer. Y su ansía sigue latiendo sin cesar, calmada, como él. Incesante, como su búsqueda.
Fotografía: Sonia de Carlos |
Hace mucho que no sé nada del hombre de la montaña. No sé dónde está. No sé dónde espera seguir buscando. En días cómo éstos, echo de menos su conversación pausada, su pregunta incesante, compartir ideas y lugares, hablar con el devenir de los pensamientos expuestos sobre una mesa con té, café con leche y galletas.
Sería reconfortante.
2 comentarios:
Hoy sol, ayer lluvia, y sol y lluvia. La naturaleza goza con este chute de energía y cada día cambia de traje. Es iper-potente en esta temporada primaveral. Su carga sexual tan intensa (maldito polen) me está matando!!!! Sigue mail....
¿Dónde? ¡¡No lo encuentro!!
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